miércoles, 15 de diciembre de 2010

LA PENINSULA DE OLYMPIC

El viaje en ferry a Bremerton dura aproximadamente una hora. Es una de las dos maneras que hay de llegar a Olympic desde Seattle. La otra es por carretera, entrando desde el sur, pero se da bastante rodeo. Cuando desembarqué empezaba a lloviznar. El plan del día era caminar unos cuantos kilómetros y explorar la zona mas cercana a Port Angeles, así que me puse en camino nada mas atracar pues desde allí tenía que cubrir bastante distancia y quería llegar a mediodía. Así podría aprovechar la tarde entera. Cubrí esa distancia en poco mas de una hora. Un puente levadizo nos entretuvo unos minutos que aproveché para sacar unas fotos a varias focas que estaban nadando por allí. Fue mi única parada antes de llegar a Port Angeles. Esa parte de la península es la mas poblada y, por ello, la menos interesante para mi gusto. A estas alturas del viaje ya tenía la lección bien aprendida y por eso lo primero que hice fue ir al centro de información de la ciudad, situado en el puerto. Un hombre amabilísimo me atendió. Le pregunté por rutas de senderismo por la península y me contestó que había ido al lugar idóneo pues él era muy aficionado a ello y las conocía todas. Un cuarto de hora después tenía un detallado plano con todas las rutas que me sugería hacer en esos días perfectamente marcadas. Lo dicho, majísimo. Las personas que me atendieron en el centro de información del Parque Nacional que está también en Port Angeles, a donde igualmente fui por recomendación suya después de comer, no pusieron ni de lejos tanto interés.

La península de Olympic combina una de las mayores zonas de bosque tropical de Norteamérica con cumbres nevadas que alcanzan los dos mil quinientos metros de altitud, con el monte Olympic a la cabeza en el centro de la misma, glaciares, una variada fauna y unas playas salvajes abiertas al océano Pacífico. Una única carretera, la US 101, recorre toda la península rodeándola y de la misma surgen las escasas desviaciones que permiten internarse en la misma, de tal forma que buena parte del parque únicamente es accesible para los senderistas que recorren alguna de las rutas habilitadas desde dichos puntos de acceso y eso después de unas cuantas horas (o días) de caminata.

Dado que el día estaba nublado y, además, había algunos bancos de niebla descarté subir hasta la zona de Hurricane Ridge, muy recomendable con mejor clima, según me dijeron, por tener unas vistas excelentes a las montañas Olympic y un bonito paisaje. Así que opté por dirigirme a la zona de Sol Duc Falls, con una parada previa en el lago Crescent, donde podría elegir entre varios recorridos cortos y aprovechar bien la tarde antes de continuar ruta hasta Forks, donde tenía previsto hacer noche. Un bonito sendero que lleva hasta las cascadas atravesando un tupido bosque, es una buena opción si no se dispone de todo el día para hacer alguna de las rutas principales de la zona y constituye una buena aproximación al tipo de bosque tropical, humedo, frondoso y de intensísimo colorido que vamos a encontrar en esa zona.

Según te vas acercando a la zona de Forks se va percibiendo la influencia de “Crepúsculo”. Carteles marcando la llamada “threaty line”, prohibiendo el paso de vampiros o señalando la presencia de determinadas localizaciones que aparecen a lo largo de las películas, van sucediéndose a lo largo de la carretera que lleva hasta las playas de La Push, cuyo desvío está unos kilómetros antes de llegar a Forks. Decidí acercarme a ellas al atardecer, antes de ir a Forks. Había despejado y la puesta de sol prometía bastante. 


Son unas impresionantes playas de gravilla, abiertas al océano, salvajes, de fuerte oleaje y bastante peligrosas porque los inmensos troncos que flotan en esas aguas hasta terminar varados en la costa, podrían mandar a pique un barco pequeño. Soplaba una ligera brisa que hizo bajar la temperatura de golpe varios grados en cuanto se escondió el sol así que puse rumbo a Forks y a mi hotel, el Olympic Suites Inn, donde había reservado habitación para una noche. Por un mas que razonable precio me dieron una habitación enorme con cocina incluida que aproveché a la mañana siguiente para prepararme el desayuno. 

Esa noche cené fuera. Mi alojamiento estaba al comienzo del pueblo así que la primera vez que lo vi era ya noche cerrada. Me informé en recepción y resultó que para ser un lugar tan pequeño había bastantes restaurantes donde elegir. Imagino que será otra consecuencia de la fama. Si en Seattle acabé cenando en un chino en Forks le eché mas valor y me decanté por un restaurante especializado en cocina (?) norteamericana. Para ser justos tengo que decir que acerté porque la carta era bastante variada, incluso había carne sin forma de hamburguesa y un par de clases de pescado preparado de varias formas. Me decidí por probar el halibut a la parrilla. Estaba francamente bueno, jugoso y en su punto. Investigando un poco (muy poco) he sabido que es lo que aquí conocemos como fletán, un pez muy parecido en aspecto al lenguado salvo en el hecho de que el ejemplar medio suele rondar los sesenta kilos de peso, llegando incluso a los cien. Después de mas de tres semanas creo que ésta era la segunda vez que me reconciliaba con la cocina norteamericana. Todas las demás habían terminado como esos divorcios en los que las partes se tiran los trastos a la cabeza.

El día siguiente amaneció bastante despejado. La previsión para ese día y el siguiente era de sol y buenas temperaturas y mis planes pasaban por explorar los alrededores de Forks, concretamente la zona conocida como Hoh Rain Forest, y recorrer alguno de los senderos existentes por allí. Me decidí por recorrer una pequeña parte del Hoh River Trail, la ruta principal en esa zona del parque, aunque sin hacerlo entero pues eso implicaba pasar la siguiente noche acampando y no contaba con el equipo necesario para ello. Por otra parte tampoco tenía tiempo suficiente pues había previsto hacer noche en Port Angeles, donde al día siguiente a primera hora pensaba coger el barco de regreso. En resumen, encaré mi último día de vacaciones con muchas ganas de pasear y muy pocas de recordar que ese era mi último día por allí, antes de iniciar el viaje de regreso.



Hoh Rain Forest es una impresionante zona de bosque tropical constituido principalmente por gigantescas coníferas, creciendo sobre una endeble base formada por los restos de ese mismo bosque tapizados de enormes helechos y musgos de un verde intensísimo. Lo que quiero decir cuando califico de endeble esa base es que lo único que tiene una cierta apariencia de solidez es el sendero que vas pisando, dado que el resto del terreno es una sucesión de capas formadas por viejos troncos y ramas en diferente estado de descomposición, que provocan la sensación de que el suelo se va a hundir bajo tus pies en el momento mas insospechado. Me gustó mucho esta zona, muchísimo. Tanto que me quedé con pena de no poder pasar algún día mas por allí e, incluso, acampar. Me crucé con varias personas que acarreaban su equipo de acampada y no pude evitar sentir una cierta envidia, pues me hubiese gustado poder hacer la misma excursión que ellos, llegar hasta el final de ese sendero, hasta el Blue Glacier en las estribaciones del Olympus. A estas alturas del viaje estaba lanzado y además físicamente me veía en buenas condiciones. Sin embargo ellos seguían adelante y yo me veía obligado a dar media vuelta y regresar, cosa que hice no sin cierta amargura.

Inicié el regreso a Port Angeles, donde debía estar a última hora de la tarde para devolver mi carísimo coche de alquiler, parando previamente en Forks para ver ese famoso pueblo de día y hacer alguna foto para mis frikis fanáticas de Crepúsculo primas de Ibiza. Como tal Forks no tiene nada de particular. Es uno de tantos pueblos de carretera sin nada especial, si exceptuamos el hecho de que a éste le ha tocado la lotería por ser el lugar en el que se desarrolla una serie de novelas y películas de éxito. Situado en un entorno privilegiado, eso sí, pero sin nada en el pueblo que justifique una visita, salvo que se sea un fan de la serie o sirva de base para alguna excursión por el parque. Pueblos como ese habrá miles en Estados Unidos.

El trayecto desde Forks a Port Angeles lo cubrí en apenas una hora conduciendo con muy pocas ganas de llegar a mi destino. Por delante tenía dos días de viaje de regreso a casa pasando una última noche en Vancouver, cosa que a esas alturas no me apetecía gran cosa. El saber que estaba anunciado buen tiempo para el día siguiente hacía que aun tuviese menos ganas de marcharme de allí así que poco a poco, mientras conducía, empecé a darle forma a una idea que me había pasado muchas veces por la cabeza a lo largo del día, de tal forma que para cuando llegué a Port Angeles ya estaba totalmente decidido a llevarla a cabo. En mi albergue en Port Angeles, el Thor Town Hostel me dijeron que había sitio disponible para el día siguiente así que, puesto que en la casa de alquiler me confirmaron que también había coches disponibles, decidí quedarme un día mas por allí y prescindir de la visita a Vancouver. Ello implicaba cambiar el viaje de vuelta y hacerlo todo seguido. Un poco paliza, a priori, pero era lo que me apetecía hacer. Al final Vancouver pagaba los platos rotos de la decepción que supuso Calgary para mi. Mucho mas animado tras el cambio de planes salí a cenar. Acabé en un restaurante italiano que me había recomendado el dueño del albergue, con muy buen criterio hay que decir, llamado Bella Italia. El servicio muy bueno y la pasta exquisita.

A la mañana siguiente me levanté temprano. Quería aprovechar el día y, además, tenía que pasarme por el puerto antes de arrancar para recoger el nuevo coche de alquiler y, sobretodo, pasar por la terminal de ferrys y cambiar mi reserva para el día siguiente. Llegué allí unos diez minutos antes de que saliese el barco que debería haberme llevado hasta Victoria. Me atendió una mujer muy amable que se sorprendió mucho al decirle que quería cancelar mi reserva y sacar una nueva para el día siguiente. Me preguntó el motivo y debí caerle bien cuando le dije que quería quedarme un día mas por allí de excursión en lugar de ir a Vancouver, porque me dio la tarjeta de embarque de ese día para que la usase el día siguiente y no me quiso cobrar el nuevo pasaje, diciéndome que no me preocupase porque ella se acordaría y me incluiría a la mañana siguiente en la lista de pasajeros. Encantado por cómo me había salido al final la jugada y con un soleado día por delante me puse de nuevo en carretera.

Mi destino era el Monte Muller, situado algo después del Crescent, y el plan una ruta de alrededor de veinticinco kilómetros y un desnivel de unos setecientos metros que superar, atravesando un bosque bastante cerrado hasta llegar a una cresta con unas magníficas vistas al lago, con el monte Olympus al fondo, y al estrecho de Juan de Fuca, que separa los Estados Unidos de Canadá. Nunca me arrepentiré de haber hecho ese cambio de planes porque tuve la ruta para mi sólo, no había nadie mas, y el día fue espléndido aunque algo cansado porque la ruta es bastante exigente físicamente. De todas maneras las caminatas que había hecho en los días anteriores me habían puesto bastante en forma así que la superé sin problemas. Comí en mitad del recorrido, en un mirador natural que hay poco después de alcanzar la cima, viendo el lago y el monte Olympus, ese al que me quedé con ganas de llegar el día anterior en una ruta que queda para otra ocasión pero que haré, eso sin duda. No me crucé con mas animales ese día que unos cervatillos que estaban en mitad de la carretera, obligándome a parar en seco mientras la cruzaban sin prisa por su parte, aunque vi muchas huellas de Elk y algunas de osos negros. Esa noche volví a cenar en el mismo sitio que la víspera. A fin de cuentas si algo he sacado en claro en este viaje es que, gastronómicamente hablando, los experimentos con gaseosa, al menos en Norteamérica.

La mañana siguiente, la de mi partida, amaneció nuevamente soleada, lo que ponía en duda la afirmación esa de que Olympic es zona de vampiros por ser la región mas lluviosa de los Estados Unidos. De mis cuatro días en la zona ese era el tercero seguido con sol así que… o yo tuve mucha suerte o los vampiros tendrían que pensar en hacer las maletas y marchar con sus colmillos a otra parte. Por delante tenía dos ferrys, hasta Victoria primero y al continente después, para llegar directamente al aeropuerto internacional de Vancouver en autobús con Pacific Coach. Tengo una deuda moral con Vancouver y me he prometido a mi mismo volver y pasar aunque sea un día en ella. Igual el año que recorra Alaska y el Yukón...

El vuelo de British Airways a Londres tenía el suficiente retraso como para hacer que fuese problemático enlazar con mi vuelo a Bilbao. El mas que eficiente personal de la British consiguió facturar mi equipaje hasta Bilbao, lo que hacía que mantuviese mis esperanzas de coger ese otro vuelo, cosa imposible si hubiese tenido que esperar por mi equipaje y cambiar después de terminal. Sin embargo no pudieron darme la tarjeta de embarque por estar el vuelo operado por Vueling, a pesar de que yo lo había comprado (y pagado) a Iberia, compañía a la que están asociados logrando con ello multiples ventajas para sus usuarios (según Iberia) que, al menos en esta ocasión, yo no percibí.

Un buen vuelo hasta Londres y un par de carreritas por Heathrow después estaba montado en el avión de Vueling que me tenía que dejar en casa, veintiocho horas después de salir de Port Angeles. Mi equipaje, naturalmente, no llegó hasta dos días mas tarde, perfectamente saqueado después de que algún desaprensivo rajase mi maleta de extremo a extremo, llevándose prácticamente todo lo que en ella había que valía la pena y no estaba entre la ropa sucia. Fue el único borrón en veinticuatro días de inolvidable viaje recorriendo sobretodo el oeste de Canadá y un pedacito de Estados Unidos, con cinco vuelos, seis ferrys, un par de autobuses, unos cuatro mil quinientos kilómetros conduciendo y un número indeterminado de ellos andando. Y nostalgia, sobretodo mucha nostalgia de unos países y unos paisajes que me han impactado hasta tal punto que me han dejado unas ganas de volver como no había sentido hasta ahora.