miércoles, 3 de noviembre de 2010

WATERTON LAKES NATIONAL PARK

Tenía pinta de tormenta. Cada vez mas. Y me venía pisando los talones. La ruta hacia Waterton Lakes tenía varios tramos en obras y bastante tráfico, así que se me hizo un tanto pesada hasta que llegó el momento de tomar la desviación hacia el parque, a falta de unos sesenta kilómetros para llegar. Para entonces había vuelto a atravesar las Rocosas de nuevo. Mi ruta me alejaba de la cordillera dirigiéndome hacia el este para volver a incrustarme en ella algo después, tras tomar un desvío hacia el sur que me llevaría prácticamente hasta la frontera con los Estados Unidos. Según avanzaba hacia el este internándome en la Provincia de Alberta el paisaje iba cambiando. Las montañas, bosques, lagos, ríos y cascadas que se sucedían de forma casi interrumpida desde hacía mas de una semana daban paso a un terreno cada vez mas llano, en el que poco a poco iban predominando los campos de cereal junto con algunos pequeños rebaños de futuras hamburguesas e incluso algún que otro parque eólico.

De todos los parques nacionales que tenía pensado visitar en este viaje Waterton Lakes es el que mas me apetecía de todos. No sé muy bien por qué. Tal vez fuese lo que había leído sobre él en alguna revista que cayó en mis manos meses antes de organizar este viaje; tal vez el par de fotos que vi en ellas. Quizá fuese el hecho de que estaba un tanto apartado de todos los demás, hasta el punto de que había que desviarse bastante de cualquiera de las rutas principales de la zona para llegar hasta él. Los viajeros que desde las Rocosas se dirigiesen hacia Calgary tenían que dar un rodeo considerable para llegar hasta allí y no digamos los que tuviesen intención de ir a Vancouver. En mi caso tenía claro desde el principio que Waterton Lakes formaba parte irrenunciable de mi itinerario y que si, en un momento dado, tenía que suprimir algo por falta de tiempo sería en otro lugar.

A media tarde llegué al cruce que, siguiendo hacia el sur durante unos sesenta kilómetros, me llevaría hasta mi destino. Para entonces los nubarrones ganaban la partida al sol y la tormenta parecía ya inevitable. Una ondulada pradera de tonos predominantemente amarillentos daba paso a un precioso lago en el que las montañas y los nubarrones se reflejaban con brillantez. Tenían razón. La llegada al Parque Nacional Waterton Lakes es simplemente espectacular. Imposible negarlo. 

Waterton Town es un pequeño pueblo situado en el interior del parque donde se concentran todos los servicios turísticos que hay en el mismo. Situado a orillas del lago y a ocho kilómetros de la entrada, constituye el punto de partida de buena parte de las rutas e itinerarios que es posible efectuar en él. Es un parque pequeño, no llega a los cuatrocientos kilómetros cuadrados. Sin embargo sus límites alcanzan la frontera estadounidense, en el estado de Montana, donde está situado el Parque Nacional Glacier de tamaño muy superior, país con el que Canadá mantiene un acuerdo de protección conjunta para ambos espacios.

Mis previsiones no fallaron e instantes después de llegar al pueblo empezó a descargar la tormenta. Rayos, truenos y bastante agua cayeron durante aproximadamente una hora que aproveché para instalarme en el hotel que había reservado. No me quedó mas remedio pues el albergue que había habido en el parque ya no existía. La previsión para el día siguiente era de tiempo despejado e incluso calor. Opté por creérmela. A estas alturas del viaje tenía claro que era perfectamente posible que saliese un buen día después de uno de tormentas o, incluso, de nevadas.

La excursión para el día siguiente que, por supuesto, amaneció completamente despejado, consistía en subir hasta Crypt Lake. Para ello tenía que salvar unos setecientos metros de desnivel en nueve kilómetros aproximadamente y atravesar un estrecho túnel excavado en la roca, dando a parar a un pequeño lago cuya orilla sur pertenecía ya a los Estados Unidos. El inicio del sendero se encontraba al otro lado del Waterton, así que para llegar había que tomar un barco y cruzarlo en un trayecto de aproximadamente un cuarto de hora. 

En los muelles me encontré a dos viejos conocidos, la pareja de Andorra que había conocido en Port Hardy y que habían llegado hasta allí tras un forzado cambio de planes. Un desprendimiento en la carretera por la que volvían a Vancouver vía Revelstoke les obligó a retroceder y dar un rodeo de varios cientos de kilómetros así que, en vista de las circunstancias, optaron por aprovechar el paseo y acercarse hasta aquí. Me alegré de volver a verlos. Por supuesto hicimos la excursión juntos. En total nueve personas desembarcamos para hacer esa ruta. Esos éramos todos los que íbamos a andar por ese monte en todo el día. Vamos, igual que en Lake Louise…

Una vez se desembarca, tras algo mas de un par de horas de subida se llega a un sendero de varios cientos de metros que atraviesa una ladera de roca. No presenta grandes dificultades salvo que, como en mi caso, sufras vértigo, en cuyo caso te puedes llevar un mal rato cruzando ese tramo. En la zona mas complicada hay incluso un cable de acero a modo de barandilla. Por suerte ese día tenía el vértigo bajo control por lo que pude atravesar esa zona sin problemas. En otro caso no me hubiese quedado atrás pero sin duda las hubiese pasado canutas. Poco antes de llegar al lago se atraviesa también un estrecho túnel excavado en la roca. En total, unas tres horas de caminata. El agua del lago, helada. Metimos un rato los pies para probarla. Nos quedamos como nuevos después de la caminata pero las cosas como son, para los de Bilbao el agua estaba fresquita, para el resto... congelada.

Comimos tomando el sol tumbados a la orilla del lago. Unas cabras montesas y silencio absoluto. Daban ganas de quedarse un rato mas pero había que coger el barco de regreso y no podíamos demorarnos mas allí. A media tarde llegamos de nuevo al pueblo. Mis compañeros no se quedaban esa noche. Se acababan sus vacaciones y tenían que volver a Vancouver, por lo que optaron por salir esa misma tarde y hacer noche por el camino para ganar algo de tiempo. Así que nos fuimos a tomar algo antes de despedirnos. Por mi parte yo pasaría otra noche allí antes de continuar hacia Calgary al día siguiente, por lo que una vez se fueron me dirigí hacia el hotel. 

No conseguí llegar o, al menos, no en ese momento porque a unos metros de allí estaban aparcando su horroroso coche de alquiler mis viejos conocidos belgas. Creo que nos entró la risa a los tres a la vez. Eran ya casi dos semanas de viaje coincidiendo casi todos los días o, lo que es lo mismo, unos dos mil quinientos kilómetros viéndonos día tras día. Es lo que tienen las guías de viaje. Las personas con gustos similares acaban teniendo las mismas ideas y haciendo lo mismo. Acabamos por ir a cenar los tres juntos y contarnos nuestras respectivas andanzas y futuros planes de viaje. Los suyos pasaban por casarse el año que viene e irse de viaje a Australia. Los míos… ni idea, al menos por ahora. Y como uno es de Bilbao y a mucha honra, los invité. No podía ser de otra forma. Ellos también terminaban allí sus vacaciones. Dos días después cogían el avión de vuelta en Calgary.

Si el día anterior había sido genial, el siguiente amaneció también completamente soleado. Antes de marcharme a Calgary quería hacer un par de paradas mas en el parque. Una para ver una pequeña manada de bisontes que hay a la entrada del parque y la otra en un pequeño cañón a unos kilómetros del pueblo. Los bisontes estaban justo al lado de la pista que recorre la pequeña reserva en la que están así que los tuve a menos de cinco metros de mi. Es un bicho curioso y en apariencia algo desproporcionado. Tiene un cabezón enorme para el cuerpo que tiene. Es muy peludo e igual es por eso que da esa sensación de desproporción aunque, ahora que lo pienso, conozco a varias personas que también se ajustan a esa descripción y no por eso son bichos raros.

Con bastante pena por dejar atrás las Rocosas definitivamente (en este viaje, al menos), me puse en camino a Calgary a mediodía. Algo mas de trescientos kilómetros de distancia y muy pocas ganas de recorrerlos me separaban de allí… Waterton Lakes no me ha defraudado ni lo mas mínimo. Es mas me atrevería a decir que de todos los que he visitado en Canadá éste es mi favorito. Y eso es mucho decir...

1 comentario:

  1. Hola Mikes!!! Tremendo tu blog, me quedo atontado leyéndote. Las Rocosas Canadienses es uno de mis viajes soñados y se que tarde o temprano cará, lo tengo clarísimo. Leo "Comimos tomando el sol tumbados a la orilla del lago" y tengo unas ganas de escaparme que no te las imaginas, jeje...

    Te mando saludos desde Madrid. Desde ahora seguiré tu blog con asiduidad...

    ResponderEliminar